21/7/09

EL GOBIERNO ARGENTINO APUESTA A LA ENERGIA NUCLEAR, PESE A CRITICAS ECOLOGISTAS


Los costos y la contaminación

son los ejes de un debate que

se renovó en todo el mundo

Sábado 11 de julio de 2009 LA NACION
María Agustina Rato LA NACION

Avanza la construcción de la central nuclear Atucha II, en Zárate, y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) estudia la reactivación de complejos mineros de uranio, el combustible utilizado en las plantas Atucha I y Embalse, mientras se atiza el debate sobre el desarrollo de la energía nuclear en todo el mundo. La polémica, que se nutre de nuevos bríos a medida que trepa el precio del petróleo y que progresa el proyecto de ley que prevé la construcción de una cuarta planta, discurre en dos grandes ejes: al impacto ambiental de la actividad se opone la defensa de una fuente de energía definida como limpia y barata. La energía nuclear es responsable del 9% de la generación eléctrica del sistema argentino. La incorporación de los 750 MW de Atucha II, en junio de 2011, elevará ese aporte al 15%. Esta cifra crecerá si el Congreso aprueba el mencionado proyecto de ley. El uranio es importado por Nucleoeléctrica Argetina (NASA) y refinado por Dioxitek, ambas estatales, al igual que las centrales.
"La energía nuclear implica continuar con un esquema basado en subsidios imposible de sostener", dijo el director de campaña de Greenpeace, Juan Carlos Villalonga. Según sus cálculos, a los US$ 4000 millones que cuesta Atucha II -desde el inicio de la obra, en 1983- habría que sumarle los costos de importación del uranio, de seguros y de fondos de tratamiento de residuos. "Así, el costo de generación no es rentable. Es una industria que necesita del Estado para sobrevivir."
La opinión de que los costos de Atucha II son más altos que los de cualquier otra central es unánime. El presupuesto previsto para la cuarta planta, que duplicaría la generación de su antecesora, demandará la mitad de la inversión, unos US$ 2200 millones. "Pero no se puede juzgar la energía nuclear por Atucha II, ni a la hidroeléctrica por Yacyretá porque son dos casos excepcionales", advirtió el ex secretario de Energía Jorge Lapeña. Destacó que, aunque las centrales nucleares son más costosas que las térmicas convencionales, tienen costos de funcionamiento más baratos porque el precio del uranio es más competitivo que el del petróleo.
El precio al que NASA importa el uranio asciende a US$ 150 el kilo. De los $ 69,73 que cuesta el MW/hora en Atucha I, $ 33 son de combustible (96 kilos de uranio diarios). "Para funcionar, Atucha II necesitará 180 kilos de uranio por día. En cambio, una central térmica equivalente usa 3000 millones de kilos de gasoil, 3 millones de metros cúbicos de gas o 12.000 kilos de carbón", comparó el director de la central en construcción, José Luis Antúnez. "Con una tarifa de 32 dólares el megavatio, la central recupera la inversión inicial de 2700 millones en menos de 11 años", calculó.
La contaminación en las zonas de extracción del uranio es una de las principales objeciones ambientales. "En las zonas de Los Gigantes (Córdoba), Malargüe y Sierra Pintada (Mendoza), hay 720.000 toneladas de residuos de uranio acumulados que emiten radiación, lo que produce daños severos en la salud, como cáncer y malformaciones", advirtió Juan Schroeder, presidente de la ONG Red de Emergencias Ambientales.
"Durante su actividad las centrales eliminan derivados del uranio como el estroncio 90, celsio 137, yodo 131 y plutonio 239, que son cancerígenos y con horizonte de riesgo de 200.000 años. Una falla humana equivale a varios Chernobyl juntos", indicó el presidente de la Fundación para la Defensa del Ambiente (Funam), Raúl Montenegro. También preocupan los residuos. En sus 35 años de vida útil, Atucha I acumuló 10.000 columnas de combustible en piletas de agua pesada, que todavía no tienen destino definido porque no se cuenta con la tecnología para tratarlos.
Sin embargo, para el director institucional de la CNEA, Gabriel Barceló, el impacto ambiental es nulo. "Bajo sistemas de control, la energía nuclear es segura y ayuda a disminuir las emisiones de dióxido de carbono. Lo demuestra la tendencia a recuperar lo nuclear, después de años de mala prensa", afirmó.


Lima, la vida al lado


de una central atómica

Desde Lima, el pueblo situado a 11 kilómetros de Atucha I y II, no se ven las inmensas superficies esféricas de los reactores nucleares. Pero las centrales están presentes en la vida de sus 15.000 habitantes. Entre las angostas calles de tierra, por el camino asfaltado que cruza el pueblo desde la ruta 9 hasta la entrada a las generadoras, ven pasar todos los días unos 200 ómnibus que trasladan a 5200 obreros hasta las plantas. La mayoría tiene un familiar que trabaja en la operación de una central o en la construcción de la otra. Unos esperan ansiosos la construcción de Atucha III y más fuentes de trabajo. Otros, más desconfiados, cuentan por lo bajo muertes por cáncer y miran con suspicacia hacia las plantas. Todos coinciden en que, ante un accidente nuclear, el pueblo no podrá salir ileso: el hospital más cercano está en Zárate, a 27 kilómetros, y no hay camino alternativo a la única salida asfaltada a la ruta.
En el edificio donde están depositados los residuos de uranio del complejo Atucha I, Mario Fonseca, un empleado con más de 30 años en la actividad, pertrechado con ambo y casco amarillo, guantes, antiparras, calzado especial y dos dosímetros (dispositivos que miden la radiación del cuerpo) a la altura del pecho, asegura: "Hay que desmitificar la energía nuclear: no es peligrosa. El medio ambiente no se enteró de que acá hay una central".
Sin embargo, Mónica Gómez, una ama de casa limense de 36 años, confiesa que hay temor en la población: "Acá hay mucha gente que se muere de cáncer y dicen que es por la central". En cambio, Jorge Zavala, un ex empleado de Atucha I convertido en comerciante, dice, categóricamente, detrás del mostrador: "Las centrales nucleares no contaminan. En Lima se muere tanta gente como en cualquier lado. Además se hacen controles ambientales todos los días".
Otros limenses son más cautelosos. "Antes de seguir ampliando el complejo nuclear se necesitan un hospital y un camino de emergencia en el pueblo. Ante un accidente estamos con las manos atadas: si se bloquea la salida a la ruta, quedamos aislados", advierte Mariano Rosich, presidente de la cámara de comercio. En el pueblo funciona una sala de primeros auxilios que presta servicios básicos. Para consultas con médicos especialistas, los habitantes de Lima deben trasladarse hasta el hospital de Zárate.